viernes, 7 de septiembre de 2007

El niño (1ªparte)


Por una vez llegaba con tiempo de sobra a pillar el tren, puede parecer una tontería, pero al ver el reloj de la estación me sentí tan orgullosa que dije hoy dosis extra, me pasé por el kiosco y después entré. Tomé asiento y sin perder un minuto me puse a leer. De fondo, como de otro mundo, escuchaba la gente que iba entrando sin atender demasiado a sus conversaciones, un grupo de chicas, dos señores que hablaban de pesca, uno al móvil, alguna gente más y tres señoras que acompañaban a un niño, ellas discutían sobre no se qué, se dirigieron a sentarse a mi alrededor, así que aparté la vista un poco del libro y les sonreí levemente, nunca se si saludar en esos casos o seguir a lo mío. El niño de unos 5 o 6 años no dejaba de mirar mi bolsita llena de chucherías, se sentó enfrente de mí, así que le acerqué la bolsita y le dije venga píllate lo que quieras, y como no podía ser de otra forma escogió de esas cápsulas rojas de caramelo, al instante recordé la reacción de mi niña cuando las había probado al descubrir su interior de regaliz negra, lo miré y era tarde, así que también le ofrecí un pañuelo de papel, que llegó justo en el momento en que empezaba a poner esa cara de desagrado y esa mirada fija que, sin saberlo ni quererlo dice “¿dios, que mierda me has dado?”Por supuesto al instante la escupió en el pañuelo encogiéndolo con su manita y sin dejar de mirarme, pero esta vez diciéndome con sus ojitos “siento tirarlo, pero sabía muy mal…”- Ángel! si no te gusta para qué lo coges? – le dijo, supongo que su madre, a mi me hizo mucha gracia la situación, sonriendo asumí las culpas –lo siento, debí darme cuenta antes, que no suele gustar mucho a los niños, estas de regaliz negra, pican un poco además- le ofrecí de otras que seguro que le gustarían, pero estaba demasiado reciente su decepción de la apetecible cápsula roja, así que esta vez se negó a coger. Seguí leyendo y sonriendo, recordando esa carita de desagrado que yo también había puesto en su día, cuántas veces aun sabiendo que hay un montón de cosas que nos gustan vamos directos a la que desconocemos pero que apetece como ninguna?, de todas formas seguro que a ese niño le encantará más adelante la regaliz negra, como a mí y como a mi niña. Seguro que volverá a apetecerle, recordará este momento y volverá a probarla a espaldas de su madre para evitar el..."Ángel, no cojas esa que sabes que no te gusta!. Lo mismo en el fondo no nos gusta, pero nos negamos a que algo que tiene tan buena pinta pueda tener mal sabor, quien sabe…

1 comentario:

Rafu dijo...

Hola, tiene algo de poesía este texto. Algo que te remonta a la niñez y sabe a verdad.

Voy por la segunda parte.

Un beso para vos.