jueves, 6 de noviembre de 2008

A veces pasa...

“Yo entendí que eran tres puntos suspensivos, pero ella insiste en que eran tres veces punto final”.
Mirta Castro.

miércoles, 18 de junio de 2008

Proyecto "Tú tambien puedes ser personaje"

Muchas han sido las veces que me han pedido que escriba un cuento dedicado a alguien. No es fácil, al menos para mí, a parte de pensar que el cuento de tu vida debes escribirlo tú mismo, a parte de no ser escritora, dato importante. He contado muchisimos en diversos entornos y siempre pidiendo uno nuevo...A modo de juego propongo aquí tambien continuar la historia, si alguien se anima sólo decir que agradecería continuar el estilo. Si nadie se anima, será un cuento más que crecerá con el tiempo, quién sabe que saldrá.

"Érase una vez, en un claro de luna, en un bosque cerca de un pequeño lago azul. Vivía un hombre anciano, en aquellos, sus últimos años de vida, era leñador.

martes, 27 de mayo de 2008

La Afrenta



Te merecías todo lo que te hice menos esa última afrenta, aunque reconozco que nada exime más que lo que se hace en nombre de un amor tricionado.Lo que le conté en la carta era indigno porque pertenecía exclusivamente a nuestra intimidad, y estoy seguro de que cuando buscó y encontró el lunar en el recóndito secreto que sólo yo besaba, mientras tú excitada me alentabas a hacerlo, sintió la misma frustración de quien halla el cofre del tesoro vacío con la burla de quien ya lo sustrajo.Sé que tu amor es una pérdida definitiva y me resigno a ello, pero el secreto de ese lunar sólo a mis labios pertenece. Y cuantas veces requiera tan íntimo tesoro encontrará el vacío que queda de quien lo despojó.
Una afrenta que a mí me tiene prisionero y a él esclavo y a ti culpable, y a los tres hundidos en la desdicha porque yo te seguiré queriendo y él nunca podrá quererte del todo, y tú jamás llegarás a olvidarme, al menos mientras el lunar sostenga el recuerdo de mis besos y de mis lágrimas.

viernes, 16 de mayo de 2008

La Supervivencia del Ánimo



Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo extrayendo minerales desde las entrañas de la tierra.
De repente un derrumbe los dejo aislados del afuera sellando la salida del túnel.
En silencio cada uno miró a los demás. De un vistazo calcularon su situación. Con su experiencia, se dieron cuenta rápidamente de que el problema sería el oxigeno. Si hacían todo bien les quedaban unas tres horas de aire, cuando mucho tres horas y media.
Mucha gente de afuera sabría que ellos estaban allí atrapados, pero un derrumbe como este significaría horadar otra vez la mina para llegar a buscarlos.
¿Podrían hacerlo antes de que se terminara el aire?Los expertos mineros decidieron que debían ahorrar todo el oxigeno que pudieran.
Acordaron hacer el menor desgaste físico posible, apagaron las lámparas que llevaban y se tendieron todos en el suelo.
Enmudecidos por la situación e inmóviles en la oscuridad era difícil calcular el paso del tiempo. Incidentalmente solo uno de ellos tenía reloj.
Hacia él iban todas las preguntas: ¿cuanto tiempo pasó? ¿Cuánto falta? ¿Y ahora?.
El tiempo se estiraba, cada par de minutos parecía una hora y la desesperación ante cada respuesta agravaba aun más la tensión.
El jefe de los mineros se dio cuenta de que si seguían así la ansiedad los haría respirar más rápidamente y esto los podía matar. Así que ordenó al que tenia el reloj que solamente él controlara el paso del tiempo. Nadie haría mas preguntas, él avisaría a todos cada media hora.
Cumpliendo la orden, el del reloj controlaba su maquina. Y cuando la primera media hora pasó.Él dijo:“ha pasado media hora”.Hubo un murmullo entre ellos y una angustia que se sentía en el aire.
El hombre del reloj se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicarles que el minuto final se acercaba.
Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morirse sufriendo. Así que la próxima vez que le informo la media hora, habían pasado en realidad 45 minutos.
No había manera de notar la diferencia así que nadie siquiera desconfió.
Apoyado en el éxito del engaño la tercera información la dio casi una hora después.
“paso otra media hora”… y los cinco creyeron que habían pasado encerrados, en total, una hora y media y todos pensaron en cuan largos se le hacia el tiempo.
Así siguió el del reloj, a cada hora completa les informaba que había pasado media hora.…La cuadrilla apuraba la tarea de rescate, sabían en que cámara estaban atrapados, y que sería difícil poder llegar antes de cuatro horas.
Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a los seis mineros muertos.
Encontraron vivos a cinco de ellos.
Solamente uno había muerto de asfixia… el que tenía el reloj.

martes, 26 de febrero de 2008

Ilusón

Habia una vez un campesino gordo y feo
que se habia enamorado (¿como no?)
de una princesa hermosa y rubia...
Un día, la princesa -vaya usted a saber por qué-
dio un beso al gordo y feo campesino...y,
magicamente, éste se transformó en un esbelto y apuesto principe.
(Por lo menos .así lo veía ella...)
(Por lo menos,asi se sentía él..)

Jorge Bucay

miércoles, 16 de enero de 2008

DEIXIS EN FANTASMA (Adiós Ángel)

Aquello.
No eso.
Ni
-mucho menos- esto.
Aquello.
Lo que está en el umbral
de mi fortuna.
Nunca llamado, nunca
esperado siquiera;
sólo presencia que no ocupa espacio,
sombra o luz fiel al borde de mí mismo
que ni el viento arrebata, ni la lluvia disuelve,

ni el sol marchita, ni la noche apaga.
Tenue cabo de brisa
que me ataba a la vida dulcemente.
Aquello
que quizá hubiese sido
posible,
que sería posible todavía
hoy o mañana si no fuese
un sueño.

viernes, 11 de enero de 2008

El Amenazado



Es el amor, tendré que ocultarme o huir. Crecen los muros de su cárcel, como un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única ¿de qué me servirán mis talismanes; el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó al áspero norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?. Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que me miran por las ventanas, pero la sombra no me ha traidor la paz. Es, ya lo sé, el amor; la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con su mitología, con sus pequeñas magias inútiles. Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos se cercan, las hordas (esta habitación es irreal; ella no la ha visto). El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Jorge Luis Borges

El Otro Yo


Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas.
Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

Mario Benedetti