sábado, 31 de marzo de 2007

LA LUNA NO SE PUEDE ROBAR.


Abatido, cansado, triste, desolado, me desplomé sobre el roído catre, dejo que la angustia interior se libere, o se quede, o que haga lo que quiera, ya todo es igual. Oigo un ruido, luego un estruendo, pero me da igual, me da igual si hay un intruso o no, no me muevo, si es un asesino, que me mate si lo desea, no creo que haya alguien que en el mismo día dos veces muera. Igual es el gato, mi única pertenencia, aunque me da igual si lo es o no, hoy todo me da igual, hoy el desamor vino a acompañar a mi pobreza.

Se abre la puerta, es un desconocido, tiene pinta de ser un ladrón, si, me está robando, sequeda inmóvil, hasta que sin moverme le digo a media voz coge lo que quieras, no hay mucho, cojelo, vete y se feliz por ti y por mi.

Se me acerca, mira alrededor, no hay nada que le interese, normal, se vuelve hacia mi y con mucho cuidado, despacio se dispone a quitarme el pequeño colgante, que pende en mi cuello de una cuerdecilla. Eso ya me lo robaron, le sonrío, se va.

Parece que al desatar la cuerdecilla se ha llevado un trocito de dolor, asi que sonrio un poco, giro levemente mi cara para contemplar la noche desde la cama, sonrío otra vez
-El ladrón se ha olvidado la Luna en mi ventana.

jueves, 29 de marzo de 2007

Tu Tristeza


Un arco iris de color

así entendías tu el amor

todo brillaba bajo el sol

hasta que un lunes se nubló

después un avioncito de papel

se destrozó contra el mantel

yo lo cogí y leí tu adiós

escrito en él.

No quise ser tu dueño

sólo vigilar tus sueños

ser el guardián de tu sonrisa

pero tu tenías prisa

y poco a poco te cansabas

hasta cambió el color de tu mirada

entonces supe

que todo quedó en nada.

Un mes de Mayo, un mes de Abril

no sé que tren fue el que perdí

y no te supe hacer feliz

pero estas cosas son así

luego llegó la despedida

le pregunté por qué me dejas

ella me contesto... por tu tristeza.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Arreglar el Mundo


Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba sus días en su laboratorio en busca de respuesta para sus dudas.Cierto día, su hijo de seis años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar, el científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiera entretenerlo.De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba.Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: “como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin la ayuda de nadie.”Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamada calmadamente. "Papá, Papá, ya hice todo, conseguí terminarlo". Al principio el Padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que a su edad, haya conseguido componer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levanto la vista de sus anotaciones, con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.¿Cómo era posible?, Cómo el niño había sido capaz?

–“Hijito, tu no sabías cómo era el mundo, cómo lo lograste?”

–“Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura del hombre. Así, que di vuelta a los recortes, y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era.”“Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo.”


Gabriel García Márquez

Los noctuidos


Hay ciertos insectos que nacen al amparo de la noche cerrada. Crecen, procrean y mueren antes del amanecer. Nunca llegan al día de mañana. Sin embargo, experimentan segundo a segundo, la intensa agonía de vivir, se aparean con trepidante gozo y luchan ferozmente para conservar sus territorios vitales, sus lujosas pertenencias: el lomo de una hoja, la cresta moteada de un hongo o el efímero esplendor del musgo tierno besado por la lluvia.Quizá -instintivamente- en un punto ciego entre la muerte, implacable antes del estallido del sol matinal y la promesa infinita, telúrica, de la evolución hacia un estado superior, dichos insectos se frotan las patas lanzándose a una lucha fratricida. Envanecidos con la tentación de liquidar a sus semejantes y dominar el mundo.
Fanny Buitrago

Sueño y vigília

Podemos hablar de los sucesos del sueño única y exclusivamente por comparación con los de la vigilia.
Yo, que en los sueños vuelo con la naturalidad innata de las aves, en la vigilia tengo dificultades para saltar el agua de las zanjas cuando llueve un poco.
Yo, que en los sueños traduzco del latín al ruso, del griego al alemán o del quichua al guaraní, en la vigilia lucho con mi idioma natal para saber dónde van las tildes, las haches y las zetas.
Yo, que en sueños no necesito más que abrir los ojos o afinar el oído para comprender el sentido último del arte, en la vigilia confundo izquierda con derecha, arriba y abajo y, a veces, me quedo helado ante las tres luces de un semáforo.
Yo, que en sueños domino la perspectiva histórica de la humanidad, hito por hito, pueblo por pueblo, desde el Big Bang hasta el año 1998 de la era cristiana (5759 del calendario hebreo) en la vigilia no justifico que mi padre haya nacido antes que mi hijo.
Podemos hablar de los sucesos del sueño única y exlusivamente por comparación con los de la vigilia. Se los digo yo, que en sueños escribí lo que ustedes leen ahora y en la vigilia no hago otra cosa que esperar el sueño.

Alejandro Martino

...el eterno errar...


Aquella mañana amaneció con más ajetreo de lo habitual, en el acuartelamiento romano de la ciudad de Jerusalén, tras una larga noche en la que fustigaron sin piedad, y coronaron sus sienes de espinas, de aquel, que el pueblo aclamaba como “rey de los judíos”. Una enfervorecida multitud se congregaba, desde algunas horas antes del alba, esperando que se abriesen las grandes puertas, y saliese su Mesias, para acompañarlo en lastimosa procesión, en su calvario, camino del Gólgota.

El Legado imperial, se reunió con dos de sus centuriones, les entregó una bolsa con veinte denarios, y les encomendó la misión, de que con ese dinero, comprasen a un herrero, los cuatro clavos, para colgar del madero, a Jesús, el hijo del carpintero.

Publio Cornelio y Anco Marcio, eran tan valientes y arrojados en el combate, lo que les valió el rápido ascenso al centurianado, como truhanes y borrachos, cuando no portaban armas. Así es que antes de realiza la tarea que se les había solicitado, pasaron por la taberna, donde dieron buena cuenta del buen vino de Galilea, y gozaron de los placeres carnales, de las afamadas y pasionales bailarinas asirias, dejando allí, la mitad de los denarios.

Las calles de la ciudad, reverberaban, bulliciosas y concurridas, como era habitual a esas horas de la mañana, y Publio y Anco, se dirigieron, por los mal empedrados caminos, a la calle de los herreros, en busca de una fragua, donde les forjaran los clavos.

En primer lugar entraron en el taller de Maese Jebediah, un humilde judío, de avanzada edad, de pelo cano y piel curtida por años de trabajo junto al fuego. Le solicitaron su encargo, y mientras Jebediah manejaba el fuelle para avivar las brasas, preguntó que quién iba a ser ejecutado. Los dos centuriones se miraron extrañados, como era posible, de que aquel hombre, no estuviese al tanto de lo que ocurría en su ciudad. Los centuriones ignoraban, que hacía ya muchas lunas, que Jebediah permanecía encerrado en su taller, en una especie de reclusión autoimpuesta, sin querer saber nada del mundo en que vivía, precisamente desde el maldito día, que la lepra arrancó de sus brazos, a la mujer que era toda la alegría, desde aquel momento, Jebediah estaba enterrado en vida.

Cuando Anco Marcio, respondió a Jebediah, que Jesús, el hijo el Carpintero, iba a ser ejecutado, el afable anciano, detuvo el fuelle, los miró contrariado, con el rostro lleno de terror, y cortésmente les pidió que abandonasen su taller, pues ese era un encargo, que un buen judío como él no podía de ninguna manera aceptar.

Bien, no pasa nada, pensaron los dos centuriones, aún quedan muchos herreros a los que visitar, y se dirigieron a preguntar a Samael, que tenía su taller unos diez pasos calle abajo. Samael acababa de ser padre, su joven y bella esposa, había colmado de dicha al muchacho, al dar a luz a un robusto y sano retoño, por tanto, la familia necesitaba más que nunca los denarios romanos. Aunque, esta vez, a pesar de las necesidades económicas, el forjador ni tan siquiera movió un dedo, en cuanto supo de que se trataba, expulsó de mala manera a los romanos de su casa.

Y así pasaron casi toda la mañana Anco y Publio, de taller en taller, de fragua en fragua, recibiendo en todas un no por respuesta, ninguno de aquellos gentiles hombres, estaba dispuesto a forjar los clavos que atravesarían la piel, desgarrarían la carne y acabarían con la vida, del “Rey de los Judios”.

Irremediablemente se acercaba la hora de la ejecución, y aún no habían conseguido los clavos, cuando de pronto, al final de la calle, en una esquina, se abrió la puertezuela del taller más oscuro y mísero de todo Jerusalén. Asomaron las cabezas y dentro encontraron a un muchacho, de apenas veinte años, de pelo color azabache y de tez morena, se trataba de Manuel “el Gitano”. Los dos romanos pasaron, y preguntaron al gitano si podría forjarles cuatro clavos; el herrero se limitó a responder - ¿Cuánto me van a pagar? – y se puso enseguida, manos a la obra. Con el fuelle avivó el fuego hasta que los cuatro trozos de metal se hallaban incandescentes, luego los fue pasando uno a uno al yunque y a templarlos con el martillo, tras lo cual, los iba introduciendo en agua, para enfriarlos.

Uno, dos, tres clavos….se hacía tarde, asi, mientras Manuel golpeaba el último clavo, Anco y Publio, pensaron que con tres sería suficiente, no podían aguardar más tiempo, soltaron la bolsa con los diez denarios restantes, agarraron los tres clavos, que aun quemaban, y salieron corriendo callejón arriba, en dirección al Gólgota. Qué suerte, pensó Manuel, me han pagado bien, y no había tenido necesidad de entregar los cuatro clavos, de esta forma, siguió golpeando y golpeando, hasta que hubo dado forma al cuarto clavo, inmediatamente lo introdujo en el cubo con agua.

Tres horas más tarde, en el monte Gólgota, Jesús, el hijo del Carpintero exhaló su último suspiro, el cielo se oscureció de repente en pleno día, los ciclópeos muros del templo se resquebrajaron, definitivamente, el hijo de Dios, había muerto.

Esa misma noche, Manuel se fue feliz a la cama, había sido un buen día para él, gastó parte del dinero en una suculenta y copiosa comida, y en unos odres de buen vino, y aún le quedaban denarios, para poder pasar sin trabajar un par de días más. Muy de madrugada, una potente luz cegadora, interrumpió el plácido sueño del gitano. Se levantó de su maltrecha cama, se dirigió al lugar de donde provenía la luz, y con horror contempló en su taller, el cuarto clavo, encendido e incandescente…. Lleno de pavor, recogió todas sus cosas, las colocó como pudo a lomos de sus mulas y abandonó precipitadamente su hogar, antes de que los primeros rayos del alba iluminasen de nuevo Jerusalén, Manuel se encontraba a varias leguas de distancia de la Ciudad Santa.

Pasó un mes más o menos, y Manuel se encontraba acampado a las afueras de Bizancio, donde seguía desempeñando su oficio de herrero. Esa jornada fue propicia, le deparó buenas ganancias, y de nuevo, se las prometía felices al ir a dormir, mas antes de poder cerrar los ojos, comprobó con estupor, el clavo ardiendo, en medio de su tienda , otra vez, lo recogió todo a la carrera, cargó sus enseres en las acémilas y puso tierra de por medio…..

Desde aquel fatídico día que Manuel aceptó el encargo de forjar los cuatro clavos, con los que crucificaron al Mesías, la terrible maldición persigue al pueblo gitano, por eso nunca pueden permanecer mucho tiempo acampados en el mismo lugar, porque cada vez, que parece que todo va bien para ellos, se hace tangible la visión horrible del clavo ardiendo, y los gitanos no tienen más remedio, que recoger sus cosas, y continuar con su eterno nomadeo…..
Autor: Alguien muy especial, un errante con rumbo fijo.

Un atisbo de ternura


Sonó por la radio el Cascanueces de Tchaikovsky;
lo reconocí porque mi madre lo ponía en el tocadiscos cuando era niño. Confieso que un atisbo de ternura me hizo sonreír, pero seguí apuñalándola.

El Pozo


Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.Fue una de esas tragedias familiares que solo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa.

Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.En el caIdero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.

"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.


Luis Mateo Diez

miércoles, 21 de marzo de 2007

El Joven Celoso


Había una vez un joven que estaba muy celoso de una muchacha bastante voluble.
Un día le dijo:
-Tus ojos miran a todo el mundo.
Entonces, le arrancó los ojos.
Después le dijo:
-Con tus manos puedes hacer gestos de invitación.
Y le cortó las manos.
“Todavía puede hablar con otros”, pensó. Y le extirpó la lengua.
Luego, para impedirle sonreír a los eventuales admiradores, le arrancó todos los dientes.
Por último, le cortó las piernas. “De este modo -se dijo- estaré más tranquilo”.
Solamente entonces pudo dejar sin vigilancia a la joven muchacha que amaba. “Ella es fea -pensaba-, pero al menos será mía hasta la muerte”.
Un día volvió a la casa y no encontró a la muchacha: había desaparecido, raptada por un exhibidor de fenómenos.

Henri Pierre Cami

El sueño del rey


-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe.
-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.


Lewis Carrol

Un tercero en discordia


En su Vida de Apolonio, refiere Filostrato que un mancebo de veinticinco años, Menipio Licio, encontró en el camino de Corinto a una hermosa mujer, que tomándolo de la mano, lo llevó a su casa y le dijo que era fenicia de origen y que si él se demoraba con ella, la vería bailar y cantar y que beberían un vino incomparable y que nadie estorbaría su amor. Asimismo le dijo que siendo ella placentera y hermosa, como lo era él, vivirían y morirían juntos. El mancebo, que era un filósofo, sabía moderar sus pasiones, pero no ésta del amor, y se quedó con la fenicia y por último se casaron. Entre los invitados a la boda estaba Apolonio de Tiana, que comprendió en el acto que la mujer era una serpiente, una lamia, y que su palacio y sus muebles no eran más que ilusiones. Al verse descubierta, ella se echó a llorar y le rogó a Apolonio que no revelara el secreto. Apolonio habló; ella y el palacio desaparecieron.

El elefante encadenado


Cuando yo era pequeño me encantaban los circos,y lo que más me gustaba de ellos eran los animales.Me llamaba especialmente la atención el elefante que,como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños.Durente la función,la enorme bestía hacía gala de un tamaño,un peso y una fuerza descomunales...Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario,el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.Sin embargo,la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo.Y aunque la madera era gruesa y poderosa,me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza,podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.El misterio sigue pareciéndome evidente.¿Qué lo sujeta entonces?.¿Por qué no huye?.Cuando era niño,yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores.Pregunté entonces por el misterio del elefante...Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.Hice entonces la pregunta obvia:"Si está amaestrado,¿por qué lo encadenan?".No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.Con el tiempo,me olvidé del misterio del elefante y la estaca...Hace algunos años,descubrí que,por suerte para mí,alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy,muy pequeño".Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.Estoy seguro de que,en aquel momento el elefantito empujó,tiró y sudó tratando de soltarse.Y,a pesar de sus esfuerzos,no lo consiguió,porque aquella estaca era demasiado dura para él.Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar,y al otro día y al otro...Hasta que,un día,un día terrible para su historia,el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa,porque,pobre,cree que no puede.Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.Jamás,jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.
Todos somos un poco como el elefante del circo:vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.Vivimos pensando que "no podemos" hacer montones de cosas,simplemente porque una vez,hace tiempo lo intentamos y no lo conseguimos.Hicimos entonces lo mismo que el elefante,y grabamos en nuestra memoria este mensaje:No puedo,no puedo y nunca podré.Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.Cuando,a veces,sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas,miramos de reojo la estaca y pensamos:"No puedo y nunca podré".Ésto es lo que te pasa,vives condicionado por el recuerdo de una persona que ya no existe en tí,que no pudo.Tu única manera de saber si puedes es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón...¡¡¡Todo tu corazón!!!.
JORGE BUCAY.

martes, 20 de marzo de 2007

Los monjes


Dos monjes estaban peregrinando de un monasterio a otro y durante el camino debían atravesar una vasta región formada por colinas y bosques.
Un día, tras un fuerte aguacero, llegaron a un punto de su camino donde el sendero estaba cortado por un riachuelo convertido en un torrente a causa de la lluvia. Los dos monjes se estaban preparando para vadear, cuando se oyeron unos sollozos que procedían de detrás de un arbusto. Al indagar comprobaron que se trataba de una chica que lloraba desesperadamente. Uno de los monjes le preguntó cuál era el motivo de su dolor y ella respondió que, a causa de la riada, no podía vadear el torrente sin estropear su vestido de boda y al día siguiente tenía que estar en el pueblo para los preparativos. Si no llegaba a tiempo, las familias, incluso su prometido, se enfadarían mucho con ella.
El monje no titubeó en ofrecerle su ayuda y, bajo la mirada atónita del otro religioso, la cogió en brazos y la llevó al otro lado de la orilla. La dejó ahí, la saludó deseándole suerte y cada uno siguió su camino.
Al cabo de un rato el otro monje comenzó a criticar a su compañero por esa actitud, especialmente por el hecho de haber tocado a una mujer, infringiendo así uno de sus votos. Pese a que el monje acusado no se enredaba en discusiones y ni siquiera intentaba defenderse de las críticas, éstas prosiguieron hasta que los dos llegaron al monasterio. Nada más ser llevados ante el Abad, el segundo monje se apresuró a relatar al superior lo que había pasado en el río y así acusar vehementemente a su compañero de viaje.
Tras haber escuchado los hechos, el Abad sentenció: "Él ha dejado a la chica en la otra orilla, ¿tú, aún la llevas contigo?".

domingo, 18 de marzo de 2007

La noche de los feos 2ªparte

2
No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos (al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.

La noche de los feos 1ªParte


1
Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo."¿Qué está pensando?", pregunté.Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma."Un lugar común", dijo. "Tal para cual".Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo."Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?""Sí", dijo, todavía mirándome."Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.""Sí."Por primera vez no pudo sostener mi mirada."Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo.""¿Algo cómo qué?""Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad."Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas."Prométame no tomarme como un chiflado."
"Prometo."
"La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?"
"No."
"¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata."Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico."Vamos", dijo.

LA CIUDAD DE LOS POZOS

Esa ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esa ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes, pero pozos al fin. Los pozos se diferenciaban entre si, no sólo por el lugar en el que estaban excavados, sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior)Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, simples agujetitos pelados y que se abrían en la tierra.La comunicación entre los habitantes de la ciudad era de brocal a brocal y las noticias cundían rápidamente de punta a punta del poblado.Un día llegó a la ciudad una "moda" que seguramente había nacido en algún pueblito humano.La nueva idea señalaba que cualquier serviviente que se preciara de serlo debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no era lo superficial sino el contenido.Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de joyas, monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos.Algunos más optaron por el arte, y fueron llenandose de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas posmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.Pasó el tiempo.....La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más. Los pozos no eran todos iguales, así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que deberían hacer algo para poder seguir metiendo cosas en su interior.Alguno de ellos fue el primero: en lugar de apartar el contenido se le ocurrió aumentar su capacidad de ensancharse. No pasó mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de su energía para poder ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.Un pozo pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente, el pensó que si seguían hinchándose de tal manera se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad.Quizá a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho, sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho. Pronto se dio cuenta de que todo lo que tenía dentro de él, le imosibilitaba la tarea de profundizar, Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido...Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego, cuando no había otra posibilidad lo hizo. Vacío de posesiones, el pozo empezó a volverseprofundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había desecho...Un día, sorpresivamente, el pozo que crecía hacia adentro, tuvo una gran sorpresa: ¡adentro, muy adentro, y muy en el fondo encontró agua.!Nunca antes otro pozo había encontrado agua...El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y, por último, sacando agua.La ciudad nunca había sido regada más que por la lluvia, que de hecho era bastante escasa, así que la tierra alrededor del pozo, revitalizada por el agua, empezó a despertar.Las semillas de sus entrañas brotaron en pasto, en tréboles, en flores, y en tronquitos endebles que se volvieron árboles después...La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar "El Vergel". Todos le preguntaron como había conseguido el milagro. Ningún milagro -contestaba el Vergel-, hay que buscar al interior, hacia lo profundo...Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse. Siguieron ensanchandose cada vez más para seguir llenándose de más y más cosas...En la otra punta de la ciudad otro pozo decidió también correr el riesgo del vacío...Y también empezó a profundizar. Y también llegó al agua...Y también salpicó hacia afuera creando un segundo oasis verde en el pueblo...-¿Qué harás cuando se termine el agua? -le preguntaban.- No sé lo que pasará -contestaba. Peroo, por ahora, cuanto más agua saco, más agua hay.Pasaron unos cuantos meses más antes del descubrimiento.Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma...Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.Se dieron cuenta de que habría para ellos una nueva vida.No sólo podían comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente, como todos los demás, sino que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de contacto:La comunicación profunda que sólo consiguen entre sí aquellos que tienen el valor de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser lo que tienen para dar.

viernes, 16 de marzo de 2007

LOS AMANTES DESCONOCIDOS

La sociedad de Amantes Desconocidos de Flores fue tal vez la entidad mas secreta del barrio. Su misma naturaleza hacia imprescindible la discrecion.
Hace algunos años, cada vez que alguien recibia una carta de amor sin firma los hombres sabios no vacilaban en atribuirla a la Sociedad. Era esto un error: siempre han existido enamorados ocultos, sin que haga falta inventarlos. Por otra parte, cabe razonar que la obra de los Amantes Desconocidos solo pudo tener buen efecto en la medida en que no les fuera atribuida. Se calcula que en los años de su actuacion, la Sociedad fraguo mas de dos mil historias de amor. El procedimiento habitual era sencillo. Sin mayores ceremonias se elegia a una persona cualquiera. La mayoria de las veces se trataba de solitarios, melancolicos, desengañados, aburridos o simplemente amigos a quienes la entidad deseaba favorecer.
El paso inmediato consistia en crear un amante ficticio para la persona elegida. Un equipo de ingeniosos creativos se encargaban del asunto. A los ingenieros les inventaban adolescentes picaras. A las modistas de la calle Moron les dibujaban nobles arruinados. A los Hombres Sensibles les hacian amantes romanticas y tragicas, pero tambien muy pechugonas, que eran una verdadera delicia. Una vez establecidas las caracteristicas generales del amante ficticio, se enviaba la primera comunicacion. Asi, muchos hombres y mujeres de Flores recibieron sorpresivas declaraciones anonimas que los llenaron de estupor. Se transcribe a continuacion la carta que llevara el numero de orden 1114.
"Querido ingeniero Atilio D. Gallardo:
Le escribo desde las tinieblas de mi soledad. Le ruego que me disculpe si usurpo su preciosa intimidad. Pero existe, mi querido ingeniero, un sentimiento dentro de mi que ya no puedo dominar.
Es preciso que usted sepa que lo amo, ingeniero.
Usted no me conoce... O para decirlo mejor: usted jamas ha reparado en mi.
Quien soy...? No creo que valga la pena que usted lo sepa. Digamos que me llamo Luisa, aunque ese no es mi verdadero nombre. Algunos dicen que soy joven y hermosa, pero tal vez exageran.
Ah... si supiera, ingeniero, cuantas veces he llorado por usted. Si supiera cuantas noches he despertado llorando y pronunciando su nombre: Atilio. En mi cuarto tengo un pequeño retrato suyo que he recortado de la revista "Temas de la construccion."
Usted tal vez se ria de los delirios de una pobre muchacha enamorada. Pero ya no puedo luchar mas contra mi corazon, ingeniero. Quiero proponerle algo. Escribame. Cuenteme algo de su vida. Desde luego, todavia no pienso revelar mi verdadera identidad, de modo que debera usted dirigirse a Luisa, Casilla de Correo 32.
Un beso apasionado de su Luisa."
Despues comenzaba la verdadera historia. El ingeniero respondia, Luisa escribia otra vez, el ingeniero reclamaba un encuentro, Luisa se negaba... Y entre carta y carta se iban conociendo e interesando cada vez mas. Por supuesto, el encuentro no debia producirse jamas. Y esta es en verdad una regla de oro de los amantes desconocidos, reales o ficticios. Toda relacion debera girar alrededor de un encuentro futuro. Pero es fundamental el no encontrarse nunca. Las razones se ven venir: todo amante desconocido es perfecto. Tiene la cara que uno desea. Es, a nuestro capricho, morocho, rubio o ambas cosas a un tiempo. El amante desconocido no tiene defectos, no tartamudea, no fastidia con cosas cotidianas. Pero hay una virtud fundamental: por no ser nadie es tambien todas las personas del mundo. Si se comete el desatino de darle una identidad cierta , el amante desconocido se achica, aunque sea un angel. Si es alto, ya no podra ser petiso. Si es atletico, ya no podra ser enclenque. Si es Juan, ya no podra ser Pedro. Si es Luisa, ya no podra ser Esther. Por estos mismos motivos, la Sociedad de Amantes Desconocidos jamas enviaba fotografias aunque si las reclamaba de sus beneficiarios. La actividad de estos filantropos tenia por objeto combatir la soledad y la desdicha. Y cabe señalar que su accion despertaba en los vecinos del barrio un sano espiritu de emulacion. Al conocer la existencia de enamorados secretos, muchas personas descubrian dentro de si esa misma condicion. Y asi, junto a los amantes de ilusion creados por la Sociedad, cundieron los amantes secretos verdaderos. En sus buenos tiempos, Manuel Mandeb se carteaba con cuatro amores misteriosos. El pensador sospechaba que por lo menos dos eran obra de la Sociedad, mas que nada, por el papel barato de las cartas. Pero sus investigaciones lo llevaron a comprobar la existencia cierta de las otras dos. Una de ellas resulto ser una compañera de un curso de guitarra que Mandeb seguia penosamente. Cuando el hombre se presento ante ella con las cartas en la mano, la chica rompio a llorar y huyo para siempre. La ultima de las amantes secretas era -segun se supo mucho despues- Beatriz Velarde, la piba mas hermosa de FLores, de quien -a su vez- Mandeb era enamorado secreto en otra coleccion de cartas. Pero estaba escrito que Manuel y Beatriz no se amaran nunca. El ingreso a Amantes Desconocidos de un grupo de redactores humoristicos y malevolos provoco una serie de catastrofes que marcaron al decadencia de la Sociedad. Estos profesionales, que perseguian unicamente la diversion personal, empezaron a enviar cartas a damas casadas y a urdir toda clase de intrigas chuscas. De este modo consiguieron que la Sra. Aurora B de Garcia Vassari se presentara a las cuatro de la mañana con una vela en la mano en el fondo del pasaje Trieste. Asimismo fueron los culpables de infinidad de divorcios, riñas, peloteras y toletoles entre los matrimonios mas acrisolados de Flores. Pero hay que mencionar un fenomeno curioso que les ocurria a casi todos los miembros de la Sociedad. Conforme avanzaba la correspondencia con los beneficiarios, muchos guionistas se enamoraban de verdad. La conocida redactora publicitaria Luz Vasallo se volvio loca de amor por el poeta Jorge Allen, cuyo caso atendio durante meses. Para evitar estas situaciones, las autoridades de la entidad resolvieron una rotacion de guionistas. Pero el resultado fue desastroso. Las cartas perdian coherencia y verosimilitud, pues los redactores no alcanzaban a compenetrars debidamente en su funcion. Sobre el final de sus actividades Amantes Secretos recurrio al telefono. No fue una experiencia feliz. El lenguaje telefonico es menos tolerante con la creacion artistica y -por lo demas- muchos guionistas soltaban la carcajada en medio de las charlas, provocando cierta perplejidad en el cliente. El juego de los Amantes Desconocidos era sin duda apasionante. Pero aunque admitia procesos mas o menos prolongados, al cabo termianban por extinguirse. Nadie puede resistir mucho tiempo la tentacion de conocer. Todos, tarde o temprano, exigen al consumacion del amor epistolar. Y asi terminaban todas las historias. La mayoria de las veces con el silencio y el olvido. En alguna ocasion, con encuentros mas bien desteñidos. Ives Castagnino, el musico de Palermo, se encontro una vez con una dama desconocida que le habia enviado cartas durante años. Cuando la vio en la esquina, se acerco y le dijo:
- Buenas noches. Soy el desengaño.
Hoy ya nadie habla de los Amantes Desconocidos de Flores. Pero esta entidad sin fines de lucro bien puede dejar en nuestro espiritu la sombra de una idea. Por que no convertirse uno en Amante Desconocido? Por que no ayudar con ilusiones a tantas almas solitarias que andan por la cuadra? La vida esta poniendose muy aburrida. Seria maravilloso recibir una mañana de estas una nota perfumada y llena de besos que viene de no se donde. Dejo la inquietud a tantos guionistas, redactores, poetas y literaros que malgastan su tiempo jugando al billar.

En tu ausencia...


Hola amor.

En aquel verano, el Sol helaba con tu ausencia. La noche ardia con tu presencia. Las palabras cedian su importancia a las miradas y nosostros dos nos fundiamos formando un sólo ser de amor y pasión.
Muy poco duró todo aquello. Pero aquella ultima noche fue lla mejor de mi vida. La tenue luz era nuestra unica acompañante, la música, lejana, y a un volumen casi imperceptible llegaba a nuestros oidos, como a los mios tambien llegaban tus susurros, que penetraban en mi, hasta lo mas profundo de mi alma. Ardientes en la angosta cama, nuestros cuerpos se enlazaban, nuestros corazones latian al mismo compás y oíamos la lluvia que de forma abundante caía en la calle fria y oscura, el viento soplaba y a veces hacía chocar la vieja persiana contra el cristal . El incienso encendido inundaba la habitación con ese suave olor que tanto nos gustaba, y tus palabras llenaron mi cuerpo, y tus caricias se clavaron en mi alma, y tus labios recorrieron mi piel. Y ojala aquella noche apasionada y perfecta como tantas otras, hubiera sido eterna, ojala aquella lluvia no cesara, ojala aquel incienso no se apagara, que el sol nunca apareciera, y la luna siempre nos acompañara.
Creimos que lo mas dificil, encontrar tu verdadero amor, estaba hecho, y que siempre estariamos juntos y que nunca nadie me separaría de el.
En esa mañana, un accidente te quitó la vida, como último recuerdo tengo ese beso y ese te quiero que me susurraste a la despedida.
Pero yo no tuve tiempo a despedirme, y la trágica noticia aún hoy me parece mentira, aun hoy noto tu presencia tras de mi, y me giro esperando verte cn los brazos abiertos.Aun hoy escucho tus susurros que entran en mi mente y se apoderan de mi alma. Aun hoy esa música, o la lluvia, o algun incienso, me transporta a aquella última noche, cuando nuestros corazones se abrieron para entregar todo nuestro querer.
Un día no podia imaginarme la vida sin ti, y al otro no te tenía para sobrevivir.
Por qué te fuiste tan temprano? Por qué te fuiste tan lejos?
No tuve tiempo a despedirme, no tuve tiempo a decirte todo cuanto te amaba, ni tiempo a decirte que eras y eres lo mejor que me ha pasado.
Por eso te escribo esta carta, sin esperar contestación, porque cientos de veces habré gritado que te quiero, esas palabras se las lleva el viento, la tinta en esta carta no.Se que tu estrella no se ha apagado, se que aun brillas dentro de mi, y se que sigues vivo, aqui en mi pecho, mientras me lata el corazón.
Y si alguien me pregunta cómo pude amarte tanto, contestaré que en aquel verano, el sol helaba con tu ausencia y la noche ardia con tu presencia...

pd. Te querré mientras viva, y despues, más allá de la muerte, te seguiré queriendo.

Y si después de tantas palabras



¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!
¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!
¡Levantarse del cielo hacia la tierra
por sus propios desastres
y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla!
¡Más valdría, francamente,
que se lo coman todo y qué más da...!
¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!
¡Y si luego encontramos,
de buenas a primeras, que vivimos,
a juzgar por la altura de los astros,
por el peine y las manchas del pañuelo!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo, desde luego!
Se dirá que tenemos
en uno de los ojos mucha pena
y también en el otro, mucha pena
y en los dos, cuando miran, mucha pena...
Entonces... ¡Claro!... Entonces... ¡ni palabra!
-------- * ----------

Al cavilar en la vida, al cavilar
despacio en el esfuerzo del torrente,
alivia, ofrece asiento el existir,
condena a muerte;
envuelto en trapos blancos cae,
cae planetariamente
el clavo hervido en pesadumbre; cae!
(Acritud oficial, la de mi izquierda;viejo bolsillo, en sí considerada, esta derecha).
¡Todo está alegre, menos mi alegría
y todo, largo, menos mi candor,
mi incertidumbre!
A juzgar por la forma, no obstante, voy de frente,
cojeando antiguamente,
y olvido por mis lágrimas mis ojos (Muy interesante)
y subo hasta mis pies desde mi estrella.
Tejo; de haber hilado, héme tejiendo.
Busco lo que me sigue y se me esconde entre arzobispos,
por debajo de mi alma y tras del humo de mi aliento.
Tal era la sensual desolaciónde la cabra doncella que ascendía,
exhalando petróleos fatídicos,
ayer domingo en que perdí mi sábado.
Tal es la muerte, con su audaz marido.

Soledad


Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando.
No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.

Pedro de Miguel

Historia de los dos que soñaron



Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente y poderoso y misericordioso y no duerme) que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió, menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el sueño lo rindió debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño a un desconocido que le dijo:
-Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla.
A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por el decreto de Dios Todopoderoso una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y lo llevaron a la cárcel. El juez lo hizo comparecer y le dijo:
-¿Quién eres y cuál es tu patria?
El hombre declaró:
-Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Yacub El Magrebí.
El juez le preguntó:
-¿Qué te trajo a Persia?
El hombre optó por la verdad y le dijo:
-Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que la fortuna que me prometió ha de ser esta cárcel.
El juez echó a reír.
-Hombre desatinado -le dijo-, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín. Y en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, has errado de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño. Que no vuelva a verte en Isfaján. Toma estas monedas y vete.
El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la higuera de su casa (que era la del sueño del juez) desenterró el tesoro. Así Dios le dio bendición y lo recompensó y exaltó. Dios es el Generoso, el Oculto.
Gustavo Weil

jueves, 15 de marzo de 2007

La ratita presumida y algo más...



Érase una vez, una ratita que era muy presumida. Un día la ratita estaba barriendo su casita, cuando de repente en el suelo ve algo que brilla... una moneda de oro.
La ratita la recogió del suelo y se puso a pensar qué se compraría con la moneda.
“Ya sé me compraré caramelos... uy no que me dolerán los dientes. Pues me comprare pasteles... uy no que me dolerá la barriguita. Ya lo sé me compraré un lacito de color rojo para mi rabito.”
La ratita se guardó su moneda en el bolsillo y se fue al mercado. Una vez en el mercado le pidió al tendero un trozo de su mejor cinta roja. La compró y volvió a su casita.
Al día siguiente cuando la ratita presumida se levantó se puso su lacito en la colita y salió al balcón de su casa. En eso que aparece un gallo y le dice:
“Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?”.
Y la ratita le respondió: “No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?”
Y el gallo le dice: “quiquiriquí”. “Ay no, contigo no me casaré que no me gusta el ruido que haces”.
Se fue el gallo y apareció un perro. “Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿tú por las noches qué ruido haces?”. “Guau, guau”. “Ay no, contigo no me casaré que ese ruido me asusta”.
Se fue el perro y apareció un cerdo. “Ratita, ratita tú que eres tan bonita, ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿y tú por las noches qué ruido haces?”. “Oink, oink”. “Ay no, contigo no me casaré que ese ruido es muy ordinario”.
El cerdo desaparece por donde vino y llega un gato blanco, y le dice a la ratita: “Ratita, ratita tú que eres tan bonita ¿te quieres casar conmigo?”. Y la ratita le dijo: “No sé, no sé, ¿y tú qué ruido haces por las noches?”. Y el gatito con voz suave y dulce le dice: “Miau, miau”. “Ay sí contigo me casaré que tu voz es muy dulce.”
.....¿¿Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de dulce voz. Los dos juntos fueron felices y comieron perdices y colorín colorado este cuento se ha acabado???....



¡Ay! -dijo el ratón-. El mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande que le tenía miedo. Corría y corría y por cierto que me alegraba ver esos muros, a diestra y siniestra, en la distancia. Pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
-Todo lo que debes hacer es cambiar de rumbo -dijo el gato... y se lo comió.

Cómo nace un paradigma


Un grupo de científicos colocó cinco monos en una jaula, en el centro de la misma colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos.Cuando un mono subía la escalera para agarrar las bananas, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre los que quedaban en el suelo.Después de algún tiempo, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros no paraban de golpearle ¡¡¡ Pasado algún tiempo más, ningún mono subía la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos.(no son tontos....). Entonces, los científicos sustituyeron uno de los monos.La primera cosa que hizo fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros monos, quienes le dieron una tremenda paliza. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo ya no subió más la escalera (aunque nunca supo porque le pegaban).Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo de la paliza al novato. Un tercero fue cambiado, y se repitió el hecho, lo volvieron a golpear. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fue sustituido.Los científicos quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas.Si fuese posible preguntar a algunos de ellos por qué le pegaban a quien intentase subir la escalera, con certeza la respuesta sería:No sé, las cosas ¡siempre se han hecho así , aquí! “Solo hay dos cosas infinitas en el mundo: el universo y la estupidez humana......"Albert Einstein

miércoles, 14 de marzo de 2007

La Tristeza y la Furia


En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...
Había una vez un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada, como siempre esta la furia, urgida, sin saber por qué, se bañó rápidamente y mas rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro, o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo, con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.

El Fuego Sagrado


PILLÁN QUITRAL
El fuego sagrado
(Leyenda Tehuelche - Patagonia chileno-argentina)

El que siempre existió, vivía rodeado por densas y oscuras neblinas allí donde se juntan el cielo y el mar, hasta que un día, pensando en su terrible soledad, lloró y lloró por un tiempo incontable... y así sus lagrimas formaron a Arrok, el mar primitivo... El eterno Kóoch al advertirlo dejó de llorar, y suspiró... Y su suspiro fué el principio del viento... Entonces Kóoch quiso contemplar la creación: se alejó en el espacio, alzó su mano y de ella brotó una enorme chispa luminosa que rasgó las tinieblas. Había nacido el Sol.
Con él la sagrada creación tuvo la primera luz y el primer fuego, y con él nacieron las nubes...
Y los tres elementos del espacio armonizaron entonces su fuerzas para admirar y proteger a la tierra de la vida perecedera que Kóoch había hecho surgir de las aguas primeras.
Andando el tiempo Elal, el héroe-dios, el nacido de la Nube cautiva y el cruel gigante Nóshtex, creó a los Chónek (hombres) de la raza tehuelche en las tierras del Chaltén... y fué su organizador, protector y guía.
Y entre otras muchas cosas, como Elal viera que sus criaturas tenían frío y oscuridad, cuando el Sol no estaba en el Cielo, les enseño a hacer fuego, el mismo que les permitiera vencer a la nieve y al frío en las laderas del Chaltén, el que brota cuando golpean ciertas piedras...
Dicen que a partir de entonces los tehuelches ya no temieron a la oscuridad ni a las heladas porque eran dueños del secreto del fuego, y el fuego era sagrado para ellos porque se los había dado su padre creador...

Vocabulario:
Kóoch: Cielo, espíritu grande, bueno y creador.
Elal: Héroe mítico.
Noshtex: Padre de Elal.
Chónex: Hombre. Autodenominación de les Tehuelches como "nosotros los hombres".
Chaltén: Volcán. "Montaña que fuma".

Reir Llorando



Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra,
el pueblo al aplaudirlo le decía:
Eres el más gracioso de la tierra y el más feliz.
Y el cómico reía.
Víctimas del spleen los altos lores,
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores
y cambiaban su spleen en carcajadas.
Una vez ante un médico famoso,
llegose un hombre de mirar sombrío:
-Sufro -le dijo- un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis. -Tanto he viajado
-Las lecturas buscad -Tanto he leido
-Que os ame una mujer - ¡Si soy amado!
-Un título adquirid -Noble he nacido.
¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas
- ¿De lisonjas gustáis ? - ¡Tantas escucho!
-¿Que tenéis de familia?...-Mis tristezas
-¿Vais a los cementerios?... -Mucho, mucho.
¿De vuestra vida actual tenéis testigos?
- Sí, mas no dejo que me impongan yugos;
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.
-Me deja- agrega el médico -perplejo vuestro mal,
y no debo acobardaros;
Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrick podéis curaros.
-¿A Garrick ? -Sí, a Garrick...
La más remisa y austera sociedad lo busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡tiene una gracia artística asombrosa!
-Y a mí me hará reír?-Ah, sí, os lo juro!;
él, sí, nada más él... Mas qué os inquieta?...
-Así -dijo el enfermo -no me curo:
¡Yo soy Garrick! Cambiádme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el autor suicida
sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!.
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestras plantas pisa
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto;
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.

martes, 13 de marzo de 2007

El Astrónomo



El astrónomo

Rabindranath Tagore
-¡Oh, si pudiéramos coger la luna, al anochecer, cuando es completamente redonda y se engancha en las ramas del cadabo! -no dije más que eso.
Pero Dadá, mi hermano mayor, se burló de mí:
-No he conocido a nadie tan tonto como tú. La luna está muy lejos, ¿cómo podríamos cogerla?
Yo dije:
-¡El tonto eres tú, Dadá! Cuando, desde la ventana, Mamá mira cómo jugamos en el patio y nos sonríe, ¿te parece que está muy lejos?
Pero Dadá replicó:
-Pobre ignorante, ¿dónde encontraríamos una red bastante grande para coger la luna?
Yo dije:
-Podrías cogerla perfectamente con las manos.
Dadá se echó a reír y me dijo:
-¡Nunca vi un niño tan simple! ¡Si la luna se acercara, ya me dirías tú si es grande o no!
Yo dije:
-Dadá, ¡qué barbaridades te enseñan en la escuela! Cuando Mamá se inclina para besarnos, ¿te parece que su cara es muy grande?
Pero Dadá repite:
-Eres un pobre tonto.
FIN

Hijo de la Luna


...Tonto el que no entienda...
cuenta una leyenda
que una hembra gitana
conjuro a la luna hasta el amanecer
llorando pedia
al llegar el dia
desposar un calé
tendras a tu hombre
piel morena
desde el cielo hablo la luna llena
pero a cambio quiero
el hijo primero
que le engendres a el
que quien su hijo inmola
para no estar sola
poco le iba a querer
luna quieres ser madre
y no encuentras querer
que te haga mujer
dime luna de plata
que pretendes hacer
con un niño de piel
hijo de la luna
de padre canela
nacio un niño
blanco como el lomo
de un armiño
con los ojos grises
en vez de aceituna
niño albino de luna
maldita su estampa
este hijo es de un payo
y yo no me lo cayo
gitano al creerse deshonrado
se fue a su mujer cuchillo en mano
!de quien es el hijo?
me has engaño fijo
y de muerte la hirio
luego se hizo al monte
con el niño en brazos
y alli le abandono
y en las noches que haya
luna llena
sera porque el niño este de buenas
y si el niño llora
menguara la luna
para hacerle una cuna
y si el niño llora
menguara la luna
para hacerle una cuna

El mundo

Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. -El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende.