sábado, 31 de marzo de 2007

LA LUNA NO SE PUEDE ROBAR.


Abatido, cansado, triste, desolado, me desplomé sobre el roído catre, dejo que la angustia interior se libere, o se quede, o que haga lo que quiera, ya todo es igual. Oigo un ruido, luego un estruendo, pero me da igual, me da igual si hay un intruso o no, no me muevo, si es un asesino, que me mate si lo desea, no creo que haya alguien que en el mismo día dos veces muera. Igual es el gato, mi única pertenencia, aunque me da igual si lo es o no, hoy todo me da igual, hoy el desamor vino a acompañar a mi pobreza.

Se abre la puerta, es un desconocido, tiene pinta de ser un ladrón, si, me está robando, sequeda inmóvil, hasta que sin moverme le digo a media voz coge lo que quieras, no hay mucho, cojelo, vete y se feliz por ti y por mi.

Se me acerca, mira alrededor, no hay nada que le interese, normal, se vuelve hacia mi y con mucho cuidado, despacio se dispone a quitarme el pequeño colgante, que pende en mi cuello de una cuerdecilla. Eso ya me lo robaron, le sonrío, se va.

Parece que al desatar la cuerdecilla se ha llevado un trocito de dolor, asi que sonrio un poco, giro levemente mi cara para contemplar la noche desde la cama, sonrío otra vez
-El ladrón se ha olvidado la Luna en mi ventana.

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