martes, 10 de abril de 2007

Artes del Fuego


Fue algo súbito, como cuando se enciende una luz en una habitación a oscuras. Cuando sus ojos se encontraron, el aire se inundó de chispas y se les hizo imposible la paciencia. El pidió un vaso de agua y sólo pudo beber dos tragos, pues el resto ascendió vaporizado, bailando entre ambos, y el vaso estalló en su mano. Ella hizo ademán de buscar un trapo para limpiarle la sangre, que empezaba a brotar de sus dedos, pero fue inútil, pues en un rato ya sólo quedaba una costra negra y rugosa. Guardó el trapo, que había adquirido algunas manchas negruzcas, y entonces se dio cuenta de que las puntas de sus cabellos se retorcían y se enroscaban en minúsculos muñones negros. El intentó hablar, pero sus dientes estaban calientes como piedra de fogón y sólo logró unas molestas ulceraciones en la lengua. Ella le hizo unas señas, se quitó con dificultad los zapatos, que habían comenzado a derretirse, y juntos subieron las escaleras. Precisaron detenerse varias veces para dejar por momentos en el suelo las llaves de la habitación, que apresaban temperaturas intolerables. Cuando entraron, un halo rosa los envolvía.
Después de que los bomberos apagaron el incendio, los hallaron abrazados y sonrientes, felizmente muertos, fundidos en una incomprensible masa de carne quemada, cabellos y algunos jirones de ropa que aún llevaban consigo.

2 comentarios:

Artemy dijo...

...genial.......en el fuego eterno los amantes quedaron fundidos por el ardor de sus apasionados besos... mucho antes que las llamas los alcanzaran......

Anónimo dijo...
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