martes, 17 de abril de 2007

El pucho mañanero

Para todos aquellos que disfrutan de un buen pucho en la mañana.
Aunque ya no estás, aún respiro tu presencia. Atrapado en los recuerdos, los primeros rayos sol me despiertan desde la ventana. Hay días en los que amanece nublado, y otros con una claridad que me resulta desagradable. Prefiero que llueva, a que haga mucho calor. Mi televisor vigilante, una noche más me ha protegido de la soledad. He reído gracias a una comedia francesa, y estoy casi seguro que los europeos hacen mejores películas que los norteamericanos. Cuando el ser humano se libre de su egoísmo, no tendré que salir a trabajar, ni tomar duchas semidormido. Sobre el respaldar de la silla: mi guitarra; algún día aprenderé a tocarla. En la mesa, las llaves de mi habitación. También algunos libros, compañeros de otros insomnios y otras jornadas. A eso de las dos de la mañana, te escribí un poema que titulaba “te quiero tanto, mi dulce de batata”, luego lo sentí tonto y vano, porque a ti no te gustan los poemas, y quedó claro que yo no sé redactarlos. De mi computadora necesito imprimir unos documentos, es jodido trabajar y más tarde convertirse en un estudiante. Hoy, es jueves. El fin de semana se acerca amenazante; no quiero saber de nada, sino estará tu risa para alegrarme. Me siento cansado. En el bolsillo de mi pantalón: diez bolivianos; suficientes para el transporte público y más tarde, unas empanadas. Con un anunciado bostezo, termino de arreglarme para encarar al mundo que espera listo para atormentarme. Blanca y radiante, mi cajetilla de cigarrillos sería incapaz de abandonarme. Ni que decir de mi leal escudero, un noble encendedor de tres pesos que aunque gastado, me acompaña a todas partes. Brilla ante mis ojos el fuego de la resignación; soplo con placer la primera bocanada y salgo a la terraza. Desde el cuarto piso, todos se ven tan pequeños. Insignificantes como el humo que desaparece con la brisa de la mañana. Y yo, estoy listo. Llevaré tu recuerdo como un aguijón en mi pecho. Durante todo el día, lucharé por no llamarte; y apagarte en cada suspiro de tristeza asfixiante. Lenta pero inevitablemente, mi pasión por ti terminará por acabarme.Esperaré la muerte, satisfecho, mientras fumo mi pucho mañanero.

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