viernes, 13 de abril de 2007

El error

Les habían dicho que aquella mañana llegarían al pueblo.Desde temprano salieron a esperar en la carretera principal. Habían ido casi todos con excepción de algunos ancianos y unos niños a los que fue imposible despertar.Alguien avisó que la hora había llegado.Otro más comentó que no podía tardar.El sol subió y se puso vertical. La expectativa fue creciendo con la tarde: entonces resolvieron sentarse a descansar, pero en sus ojos continuó la espera y el posible asombro.A eso de las cuatro, cuando el sol cegaba y era necesario usar la mano a modo de visera para detallar las montañas, los caminos y las grutas en las rocas, ya habían olvidado a los que quedaron en el pueblo.En la noche, cuando regresaron cansados y desilusionados a contarles a los demás que nadie se había presentado, hallaron el pueblo en ruinas: ni una señal de vida, ni un quejido, ni leños humeantes. Nada.Todo fue, según dedujeron, un simple error: el invasor se había presentado a la hora justa. Con terror justo acabó el poblado y a quienes quedaron en él.Decepcionados, los invasores se marcharon maldiciendo la cobardía de los hombres que, abandonanclo a sus ancianos y a sus niños, habían resuelto huir.

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